La abuela, me enseñó a coser, a sacar hilos, a hacer vainicas, tendría 10 años.
En una silla baja de enea, bajo la luz que entraba por la ventana, junto a una cesta de mimbre donde se apilaban las sábanas para remendar, en una casa oscura que mamá vistió de ternura.
Su dedal rozaba la aguja en un movimiento rítmico, su sonido me hipnotizaba. Jamás he podido hacer música con el dedal.
Ahora me gusta adornar mis quilts con pequeños retazos de lino blanco entretejiendo recuerdos en los hilos de las vainicas.
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